Durante la mayor parte del año el museo recibe poca cantidad de visitantes, lo que aumenta la sensación aterradora de estar siendo observado por estas particulares piezas en honor al demonio. “Es aterrorizante e inolvidable”, dice uno de los visitantes del museo.
El museo del diablo (Velnių muziejaus ekspozicija) es una sección perteneciente al Museo Nacional de Bellas Artes M.K. Čiurlionio que ocupa un edificio de tres pisos. En el Velnių muziejaus puede apreciarse una impresionante variedad de demonios en todas las formas, colores y materiales recolectados de diversos rincones del mundo. El museo cuenta con una vieja costumbre: los visitantes extranjeros pueden llevar piezas del diablo de sus regiones para incrementar esta colección. Por esta razón, el acervo de objetos continúa creciendo constantemente con representaciones demoniacas de más de 80 países.
El tercer piso del museo está ocupado por obras provenientes de las antiguas naciones que conformaron la Unión Soviética. Prácticamente todos los estados y subculturas desde Armenia hasta Yakutia están representados en este lugar. Las estatuas provenientes de las regiones eslavas (como Polonia y Ucrania) parecen tener algo en común con la sección del Velnių muziejaus: la proximidad del diablo con la humanidad y su lucha para conquistarla y llevarla al infierno. Algunas de estas obras son especialmente impactantes, como una pintura del siglo XVIII que muestra al diablo cargando a un pequeño a la espalda mientras su familia observa desesperada.
Una escalera de madera con peldaños macabros lleva hasta el segundo piso donde se exponen las contribuciones de los visitantes. Piezas de México, Nepal, Japón, Australia y Cuba, por mencionar algunas, están disponibles en estantes y vitrinas. Algunas resultan cómicas y no pasan de versiones caricaturescas del señor del mal, otras son obras rusticas, e incluso groseras con un terminado crudo y hosco. Si el objetivo de ellas es impactar, cumplen a la perfección su propósito.
En el primer piso se ofrece una exposición de máscaras de madera y estatuas de Lituania. Esta visión dedicada particularmente a Lituania, muestra el arquetipo del demonio clásico combatiendo y siendo combatido por las personas. Ocasionalmente las representaciones son terribles y violentas, pero en otras el diablo aparece bebiendo con los hombres en una taberna como si fueran muy buenos amigos. Estas obras ofrecen una visión más profunda del papel tradicional del diablo en las sociedades rurales.
El diablo desempeña un papel importante en el folclore eslavo: los campesinos rusos solían mantenerse siempre en guardia contra la maldad. Solían llevar amuletos de protección y crucifijos todo el día, y cuando se veían en la necesidad de quedarse a solas rezaban para mantener al diablo a raya. El lugar más peligroso, según la tradición, era el baño, donde las personas se quitaban las vestimentas y las protecciones.
El museo abrió sus puestas en el año de 1966 durante el régimen comunista, su fundador fue el artista Antanas Zmuidzinavicius, un hombre obsesionado con el número 13, también conocido como “docena del diablo”, por la demonología y el ocultismo, y solía emplear el tema en sus obras.
Obsesivamente coleccionó los artículos burlando las leyes soviéticas, que prohibían cualquier objeto relacionado con la religión. Una colección de artículos lituanos podría considerarse como antisoviética o, lo que es peor, como anticomunista. Zmuidzinavicius pudo haber sido enviado a Siberia si encontraban su colección. Logró reunir 260 artículos, entre ellos una pintura que representaba a Hitler y Stalin como demonios luchando en un campo de batalla repleto de cráneos.
Tras la muerte de Stalin en 1953, Zmuidzinavicius dono la colección entera al Estado en 1966 y murió ese mismo año. Sin herederos, el gobierno decidió transformar la casa del artista en un museo para organizar su colección. Gracias a donaciones de diversas partes del mundo, la colección creció y la casa tuvo que ser aumentada para organizar todo el acervo.
Contrario a la visión popular del Satanás occidental, como un poderoso ente del terror o de demonios poderosos como representantes del mal, el demonio de Europa del este es, podría decirse, un payaso. Lo representan con un sentido del humor increíble con el hombre y, si se es lo suficientemente inteligente, puede vencerse.
Los europeos del este poseen una visión diferente del demonio de occidente. El diablo es muy cercano al hombre, e incluso representa una parte de nosotros mismos. Los lituanos tienen orgullo de su herencia pagana, la actual Lituania se encuentra en una de las últimas regiones que abandonaron sus tradiciones paganas en Europa. De hecho, ciertas prácticas continuaron vigentes en las áreas rurales hasta mediados del siglo XIX.
En esta visión, el diablo forma parte del mundo natural, y de cierta forma se convierte en una representación de las fuerzas de la naturaleza. El diablo también es visto como un bromista, y aunque tiene sentido del humor, es motivado por el mal en lugar de ser completamente maligno. En muchos aspectos se asemeja al dios nórdico Loki, otra figura profundamente involucrada en los asuntos de los hombres, y una piedra en el zapato. Siempre se asocia con el caos, y siempre crea problemas si las cosas parecen ir bien.
En la época en que las costumbres paganas estaban en pleno auge, el diablo tenía la misma importancia que los dioses y era aceptado por las personas como una parte normal de la vida; fue hasta la llegada del cristianismo que el demonio lituano pasó a ser temido.
El director del museo afirma que la mayoría de las obras del museo resultan más curiosas que siniestras. Y que nunca ha recibido la visita de satanistas o criticas provenientes de instituciones religiosas, ni mucho menos ha escuchado reclamaciones respecto a la existencia del museo.
Una anécdota curiosa relatada por el director del museo involucra a un grupo de sacerdotes polacos que estaba visitando la ciudad y se encontraron con el museo. Los religiosos se mostraron reacios a entrar al museo, temiendo contaminarse por los objetos “demoniacos” del sitio, pero eventualmente tomaron el valor y decidieron entrar para ver a su enemigo frente a frente. Encontraron la colección tan interesante que terminaron en el bar del museo (en el sótano) debatiendo el origen de algunas piezas entre tragos de vodka. Posteriormente estos mismos sacerdotes donaron una estatua medieval que estaba en poder de su monasterio desde hacía siglos. “Sinceramente creemos que esto estará mejor con ustedes que con nosotros”, dijeron.
Sitio web del museo.
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