Las referencias que tenía eran malas: que no hay nada para ver, que Tirana es la ciudad más aburrida del mundo, que no vale la pena. Creo que hay una expectativa generalizada en términos viajeros en lo que respecta a ciudades capitales. Supongo que la gente llega esperando ver grandiosidades arquitectónicas, edificios deslumbrantes, movimiento callejero, vida nocturna y la mejor infraestructura del país. Y sí, bajo esos parámetros -especialmente si se la compara con el resto de las capitales de Europa-, Tirana no es espectacular, no deslumbra ni enamora a primera vista. No sé si es porque a mí las grandes urbes me dan igual, o porque nos tocó visitar Tirana con un clima primaveral increíble, pero hubo algo que me atrapó desde el comienzo.
Tirana es una capital que no parece capital (en eso me hizo acordar mucho a Asunción del Praguay).
No hay ínfulas de París, ni aires de nobleza, ni una atmósfera vibrante que se estampe en el corazón de un solo saque. Es como si sus pretensiones estuvieran durmiendo la siesta, y uno puede caminar de acá para allá sin agobiarse con ese aura de poder que suelen tener otras capitales del mundo. Por ser así de modesta, muchos viajeros pasan por Tirana sólo para quejarse del tránsito y de la escasa vida nocturna y tacharla de la lista. Nosotros nos quedamos cinco días deambulando por los bulevares que supieron ver la dureza de uno de los regímenes comunistas más herméticos del mundo, descubriendo esos tesoros semiocultos y, también, quejándonos del tránsito. En esta lista, un no-tan-breve resumen de las cosas que hay que experimentar en la capital de Albania, los monumentos que no hay que perderse y un poco de historia para entender por qué Tirana es uno de esos lugares que sí valen la pena visitar en cualquier viaje por los Balcanes.
Plaza de Skanderbeg
La historia de Albania tiene, básicamente, dos personajes principales sobre los que giran todos los eventos importantes del país: Skanderbeg y Enver Hoxha. El primero es el héroe nacional, coronado con semejante título por luchar contra el Imperio Turco Otomano. Durante los años 1444 a 1466, Skanderbeg impidió 13 invasiones turcas (lo cual es muy loable, si consideramos el tamaño de Albania). Pocos años después de su muerte, en 1468, los turcos vencieron y lograron tomar el país, que estuvo bajo el dominio otomano hasta comienzos del siglo XX. Su resistencia es considerada el ejemplo más honorable de nacionalismo. Hoy, casi seiscientos años después de su muerte, la historia se ha mezclado tanto con la fantasía (un poco por el placer popular de endiosar a sus próceres, otro poco por la conveniencia de los propios gobiernos de adaptar la historia a sus intereses) que es difícil saber qué es real, qué es mas o menos cierto y qué es una total ilusión. Lo que sí es cierto es que Skanderbeg es la figurita repetida que aparece montada a todos los caballos de bronce (siempre gigantescos, por cierto) de todas las plazas y esquinas de Albania. “Skanderbeg, el gran guerrero”, es una película de 1953 que cuenta y ensalsa la vida del prócer y que, con un poco de atención y de zapping, se puede ver en cualquier viaje a Albania: la pasan a toda hora, sobre todo los fines de semana. Es muy probable que si la enganchan en la tele, el anfitrión de turno les cuente, enorgullecido, que esa peli ganó un Oscar. No se lo digan, pero eso no es cierto: aunque el film ganó un premio en el Festival de Cannes de ese año, nunca llegó a la alfombra roja de Hollywood. El motivo por el cual la película más transmitida del cine albanés es de hace más de cincuenta años, no es la falta de producción artística, sino responsabilidad del segundo personaje…Enver Hoxha fue un líder comunista que gobernó Albania entre 1944 y 1985. Lo particular de su gobierno fue su autoritarismo y su aislamiento extremo. El Sr. Hoxha estaba convencido de que la única manera de salir adelante era apegándose a lo que él mismo llamo “un marxismo-leninismo anti revisionista”. Tras la muerte de Stalin, Hoxha rompió relaciones con Yugoslavia y con la Unión Soviética por considerarlos regímenes demasiado flexibles. Cuando en 1978, el Camarada Enver, se alejó completamente de China, su único aliado en pie, Albania quedó sumida en un aislamiento completo. Los libros de historia empezarán diciendo que con la llegada del comunismo al poder, el país experimentó mejoras de todo tipo, desde alfabetización, inversión industrial y salud, hasta el autoabastecimiento alimentario, garantizado por la colectivización de las tierras. No me voy a pelear con los libros de historia, pero lo que sí puedo decirles es que la primer palabra que a los albaneses se les viene a la boca cuando preguntamos por Hoxha es “katastrof”. Todos recuerdan los desaparecidos en tiempos de dictadura, las hambrunas, la represión y, sobre todo, la paranoia que consumió a este dictador (en sus últimas épocas estaba convencido de que Estados Unidos iba a invadir el país, y mandó a construir más de 750.000 bunkers a lo largo de toda Albania). Por tal motivo, toda la producción cinematográfica de la era comunista está tácitamente vedada: nadie quiere transmitir películas que engrandezcan al dictador depuesto, y nadie quiere realmente verlas (aunque he leído muy buenas críticas).
Dicho esto, el punto de partida de cualquier tour por Tirana no puede ser sino la plaza de Skanderbeg, el centro neurálgico del país, alrededor del cual se encuentran los edificios más importantes de la ciudad capital: el Teatro de la Ópera, el Museo de Historia Nacional de Albania, algunos edificios gubernamentales y la Mezquita de Et’hem Bey. Al sur de la plaza (que es mucho más hermosa en primavera o en verano) está la infaltable estatua del héroe montado a caballo. Durante épocas comunistas, en este lugar solía haber dos estatuas más: una de Enver Hoxha y otra de Stalin. La primera fue derribada por miles de manifestantes durante la caída del comunismo en 1991. A la segunda le cortaron la cabeza y estuvo acéfala durante un buen tiempo, hasta que el nuevo gobierno democrático decidió quitarla definitivamente.
De esta plaza parte el Bulevar Dëshmorët e Kombit, uno de los ejes viales más importantes de la ciudad. Construido por los italianos durante la ocupación a Albania, el bulevar conduce hasta La Pirámide, otro de los íconos.
Mezquita Et´hem Bey
Puede que desde la imponente estatua de Skanderbeg, la mezquita pase completamente desapercibida. Sin embargo, este pequeño edificio tuvo un rol clave durante las revueltas que terminaron con la caída de la República Popular de Albania. Durante el régimen comunista, más de dos mil mezquitas e iglesias fueron cerradas y muchas de ellas destruidas (por esa razón es que Berat, la ciudad de mi post anterior, se considera una ciudad museo). La religión y el culto estaban totalmente prohibidos durante el comunismo, por considerarlos una distracción. Pero en el año 1991, más de diez mil personas entraron a la Mezquita de Et´hem Bey a la fuerza, y comenzaron a orar. Este hecho fue histórico, la fuerza policial no pudo detener a la muchedumbre, y la presión que significó fue crucial para la caída del régimen.Además de ser la protagonista de tamaño evento, la mezquita es uno de los edificios más antiguos de Tirana, y fue salvada de la destrucción por ser considerada un monumentos histórico.
Junto a la mezquita de encuentra otro de los emblemas de la plaza: la Torre del Reloj. Algunas guías sugieren que es posible subir a la cima por unos pocos leks y tener una vista panorámica. Durante nuestra visita no la vimos abierta ni una sola vez.
Museo Nacional de Historia de Albania
A pocos metros de la plaza y reconocible por el mural de su fachada, se encuentra el Museo Nacional de Historia de Albania. La imagen, construida en mosaicos, muestra la evolución victoriosa de la nación, desde la tribu Iliria, hasta los participantes de la revolución comunista, a mediados del SXX.Además de ser el museo más grande del país, este edificio contiene una colección muy amplia de arqueología, una réplica de la espada de Skanderbeg, y un piso entero dedicado a la época comunista.
La entrada cuesta poco menos de 2 euros peeeero…todas las explicaciones están en albanés, por lo que para entender un poco vale la pena contratar un guía (el precio es de 4 euros aprox. y el tour se puede tomar en inglés o en italiano).
Iglesia Ortodoxa Autocéfala de Albania
Con ese nombre tan peculiar, no me queda más que dar un poco de explicaciones. “Autocéfala” significa que el obispo de esa iglesia no responde a ninguna autoridad superior. Esta iglesia ortodoxa, que se encuentra a pocos metros de la plaza, fue una de las que sufrieron la campaña ateísta de Hoxha. Desde el regreso de la democracia la iglesia fue reconstruida. Para mí, que no estoy muy habituada a este tipo de iglesias, el interior me pareció de una simpleza preciosa.Sacarse una selfie en La Pirámide
Tengo que confesar que, aunque entiendo perfectamente los motivos, me sentí un poco decepcionada de no encontrar ningún vestigio explícito de la época comunista. Casi todo estaba en ruinas o ya había sido desmantelado, y sin ninguna estatua a la vista, me costaba un poco imaginarme el hermetismo y los aires que se respirarían por aquí en los tiempos de Enver. Pero no todo estaba perdido… Siguiendo el Bulevar Dëshmorët e Kombit desde la Plaza Skanderbeg se llega a La Pirámide, un mausoleo construido en el año 1988 por Pranvera Hoxha, la hija del líder. La idea de esta mujer era honrar a su padre, sepultarlo como si estuviera en El Cairo y construir un museo dedicado a la grandeza de la República Popular de Albania. Sin importar la voluntad popular (mucho menos el buen gusto), La Pirámide es una de las construcciones más caras en la historia de Albania. Después de la caída del comunismo en 1991, el edificio fue convertido en Centro de Convenciones, y poco tiempo después en “La Momia”, una discoteca muy popular. En la actualidad, la construcción de mármol, concreto y vidrio, se encuentra totalmente abandonada, y es un punto de encuentro de adolescentes, que juegan a ver quién se trepa más alto y se hace la selfie más cool. (Se revuelve Enver desde su tumba). En los últimos años hubo varios intentos de demoler la construcción, pero siempre se juntan la cantidad de firmas necesarias para frenar el proceso. Hasta ahí llega cualquier iniciativa…Recorrer el Blloku (y sentarse en cualquiera de sus cafecitos mononos)
Durante la época comunista, la zona del Blloku era residencia exclusiva de los miembros del Partido Comunista. Aquí vivía Enver Hoxha con su familia, aquí operaban algunas fábricas y desde estas calles se dirigía el futuro del país. Los ciudadanos corrientes tenían prohibido el acceso. Por eso fue tal la sorpresa de la gente cuando, al caer el régimen y entrar por primera vez a ésta área, vieron el “lujo” con el que vivían los miembros del partido que profesa la igualdad entre los ciudadanos. A modo de venganza sutil contra la historia, hoy el Blloku es el barrio mas chic de Tirana, donde proliferan cafés, bares y restaurantes cuya decoración y buen gusto no tienen nada que envidiarle a ninguna otra ciudad. Y acá voy a hacer una pausa, para contarles otra curiosidad. Por empezar, nunca había visto tantos cafés por cuadra como en Tirana. Uno va caminando por la vereda y, mínimo, tres o cuatro barcitos, con unos sillones divinos, una atmósfera súper cálida, y una decoración que es una invitación continua. En serio, es para perderse. Entonces vino otra duda, cuando me di cuenta de que esos barcitos estaban siempre llenos. Más allá de lo llamativo que es que en la mayoría de las mesas siempre hay hombres (a lo sumo parejas, pero muy pocas veces mesas de mujeres solas), no me entraba en la cabeza que el segundo país más pobre de Europa tuviera tanta vida social. Fue un mozo el que me sacó de la duda: la mezcla de desempleo y de libertad repentina, convirtió a los bares en el centro de socialización por excelencia. “En vez de usar Facebook, la gente viene acá”. A veces se piden un café, o una botella de agua y se quedan todo el día charlando. Sigo sin entender muy bien cómo se sostienen estos bolichitos que, además, no venden otra cosa que bebidas.Bonus Track: si están paseando por Blloku no dejen de meterse dentro del búnker desde el cuál se custodiaba la residencia presidencial, y de pasar por el frente de dicha casa. Entre casa y terreno ocupan casi una manzana, pero no es la gran cosa. Hoy el edificio está vacío, pero hay guardias de seguridad que lo vigilan de manera continua.