Por Lauren Gensler
Mark y Britnee Johnston se pusieron una meta y trabajaron dos años
por ella: 26 países, 78 ciudades, 48,000 dólares y un año más tarde
tienen cientos de experiencias que contar.
En 2011, Mark y Britnee Johnston hicieron su primer gran viaje como
pareja, volando al otro lado del mundo, hasta Vietnam. Habían juntado
sus días de vacaciones de un año para hacer el viaje, algo común entre
los estadounidenses, que sumaba dos semanas.
Mientras viajaban de Hanoi a Ho Chi Minh City, se encontraron con
compañeros de viaje que acababan de comenzar sus aventuras y hablaban de
sus planes para pasar meses o incluso años recorriendo el mundo. De
pronto, dos semanas no parecían suficientes, sobre todo cuando se dieron
cuenta de que tendrían que esperar todo un año para viajar de nuevo.
“Cuando llegamos a casa nos quedamos un poco insatisfechos, nos quedamos
con ganas de mucho más”, dice Mark.
No pasó mucho tiempo para que Britnee tuviera una idea loca: ¿Por qué no dejarlo todo y ver el mundo?
En ese entonces, la pareja vivía en Utah, donde Britnee trabajaba
como directora de Comunicaciones en una ONG, y Mark era fotógrafo en un
periódico local. Todavía eran relativamente libres, no tenían hijos ni
una casa que pagar. También estaban en busca de un cambio.
“Siempre he estado enfocada en mi carrera y había estado trabajando
mucho”, dice Britnee, de 27 años, quien agrega que nunca estudió en el
extranjero durante la universidad. “Empecé a sentir que me estaba
perdiendo de algo.”
Saltando de alegría en el Salar de Uyuni, Bolivia. (Foto: Mark Johnston,)
Mark, de 35 años, había llegado a la conclusión de que estaba en un
puesto sin salida y sin perspectiva de un ascenso o un aumento. Armado
con un título en comunicación, comenzaba a hacer una transición desde el
periodismo a las relaciones públicas, lo que requeriría que dejara su
trabajo de todos modos.
Sin embargo, él tenía dudas sobre si ese dinero sería mejor invertido
en el enganche de una casa o en un fondo de ahorro para el retiro, o si
iba encontraría su empleos cuando volviera. También se preguntó si
estaba demasiado viejo y si había perdido su oportunidad, y si en vez de
viajar debía enfocarse en el avance de su carrera y en echar raíces. Se
arrepintió de pasar 20 años corriendo de una cosa a otra, de
inscribirse a la universidad justo después de pasar seis años en la
Infantería de Marina y luego saltar a un trabajo de tiempo completo.
Mientras lidiaba con estas preguntas, Mark leyó
The New American Road Trip Mixtape,
en el que Brendan Leonard, de 32 años, emprende un viaje en busca de
sentido después de una ruptura. Estas palabras resonaron en él: “El
tiempo para hacer un Grand Tour es ahora, cuando has cometido algunos
errores, conseguido algunas cicatrices en la batalla de la vida, y
puedes pensar en todas esas cosas allá afuera.”
Decidió que era mejor tarde que nunca, y que su edad de hecho le
permitiría sacar más provecho de un viaje, Mark estaba determinado. Con
calma, la pareja empezó de deshacerse de la deuda y a ahorrar dinero. Su
objetivo: Ahorrar el dinero suficiente para renunciar a sus empleos y
viajar por el mundo durante un año.
Esnorqueleando cerca de Maya Bay en Tailandia. (Foto: Britnee Johnston.)
“Conocimos a personas que hablaban de cosas grandes que nosotros no
habíamos hecho nunca. No queríamos que eso nos sucediera a nosotros, así
que empezamos a planear”, dice Mark.
Se deshicieron de los saldos existentes en sus tarjetas de crédito y
los préstamos de automóviles con los ahorros que tenían desde que se
casaron, en 2012. Eso los dejó con un saldo que rondaba el cero.
Ninguno de los dos tenía que pagar préstamos estudiantiles, ya que
Britnee había recibido becas para cubrir sus colegiaturas, y Mark es un
ex miembro de Infantería de Marina patrocinado por el Ejército.
Su siguiente objetivo fue ahorrar agresivamente. Según sus cálculos,
necesitaban alrededor de 40,000 dólares para hacer un viaje de un año.
Para llegar a esa cifra, Britnee había estudiado minuciosamente una
gran cantidad de blogs de viajes que habían publicado presupuestos
detallados. También había cotizado todos los gastos importante,
incluyendo el costo de los boletos de avión y hoteles en las fechas que
esperaban hacer los viajes y el costo de las visas para cada país país.
(Rusia cobra 410 dólares por una visa.) Ellos estimaron el costo de
comer en todos los lugares, desde Francia hasta Mongolia y lo mucho que
había que pagar por atracciones caras.
Halong Bay, Vietnam. (Foto: Mark Johnston.)
“Quizá me excedí un poco en la planificación”, dice un poco
tímidamente Britnee, quien tomó las riendas en la planeación. “Ella es
un poco obsesiva”, dice Mark, quien resume su participación a sentarse a
ver lo que le ocurría y asentir en signo de aprobación.
A diferencia de muchas parejas casadas, decidieron empezar a manejar
su dinero por separado en la preparación del viaje. Cada uno se fijó una
meta de ahorro de 20,000 dólares, la cual provino de ahorrar casi 1,000
dólares por mes durante casi dos años. “Cada uno se hizo responsable
del cumplimiento de esa meta, era un esfuerzo en equipo y no queríamos
decepcionar al otro”, dice Mark, que describe un sistema de ahorro que
era al mismo tiempo competitivo y cooperativo.
Junta, la pareja ganaba aproximadamente 80,000 dólares anuales.
Decidieron ahorrar la mitad de sus cheques de inmediato, para no tener
la tentación de gastar el dinero. Cada mes dividían su renta de 1,000
dólares, servicios, despensa y otras cuentas.
Luego trabajaron juntos para mantener a raya los gastos. Durante dos
años salieron menos, se resistieron a actualizar sus teléfonos, comieron
latas y más latas de atún. Mark comenzó a sus frecuentes visitas a su
tienda de campismo favorita, y Britnee reprimió su pasión por los viajes
y enfocó su energía en hacer planes y contar los días.
Sin embargo, no todo el tiempo hubo sacrificios. La pareja se dice
agradecida de que le encante el aire libre y de poder dar largas
caminatas, escalar y hacer ciclismo de montaña a sólo 10 minutos de su
casa. También tomaron la decisión de mantener sus membresías del
gimnasio y la suscripción a Netflix, pensando que era importante
continuar con el ejercicio y que ver películas era un buen sustituto
barato para una noche en la ciudad.
“Nos dimos cuenta que no teníamos que ir a extremos para esto”, dice
Mark. “Al principio nos sentimos intimidados por el recorte de gastos y
vivir una vida frugal, pero no fue tan malo.”
Además de ver vigilar sus gastos, ambos tomaron empleos freelance:
Mark tomaba asignaciones fotográficas y Britnee a veces se quedaba dos o
tres horas más después del trabajo redactando contenidos y manejando
redes sociales para sus clientes.
Esto les ayudó no sólo a ahorrar lo suficiente para su viaje, sino
que les permitió continuar invirtiendo a largo plazo para su retiro y
sus seguros de gastos médicos. También querían un colchón para cuando
regresaran y ahorraron cerca de 10,000 dólares en un fondo de “vuelta a
casa”.
Con un wallaby en el Featherdale Wildlife Park, a las afueras de Sydney, Australia. (Foto: Mark Johnston.)
“Durante el par de años que estuvimos ahorrando, nos dimos cuenta de
lo fácil que era”, dice Britnee. “Cuando llegamos a casa, podríamos
empezar de nuevo.”
La pareja había planeado originalmente partir en agosto de 2014,
cuando terminara su contrato de arrendamiento, pero debido a problemas
de visado tuvo que acelerar su salida a mayo. Por desgracia eso
significaba enfrentar un cargo de 2,000 dólares por la cancelación
anticipada de su contrato de arrendamiento. Su solución estratégica:
Pagar el cargo, dejar el departamento antes y compensar los 2,000
dólares mudándose con los padres de Mark durante marzo y abril. Su
estancia de dos meses en el sótano de la casa de sus padres les ahorró
exactamente lo suficiente para compensar el costo de terminar su
contrato de arrendamiento antes de tiempo.
Cuando dejaron su departamento decidieron quedarse sólo un coche,
vender el otro y guardar todos sus muebles importantes en una unidad de
almacenamiento (“como tetris”, dice Mark), para poder reiniciar sus
vidas con relativa facilidad. Entonces, un día, entraron en las oficinas
de sus jefes y les informaron que renunciaban.
Poco después, con sus pertenencias metidas en una mochila y los
pasaportes en la mano, abordaron un avión a Tokio y arrancaron una
aventura de un año.
La pareja pasó sus primeros dos meses en Japón y China. Luego tomaron
el tren Transiberiano, atravesando Mongolia y Rusia antes de hacer una
extensa gira por Europa y regresar al sudeste de Asia y terminar su
viaje en América del Sur. Ellos detallaron sus aventuras en su blog,
OneWorldOneYear.com.
En uno de los últimos tours en el viaje a lago Titicaca en Perú.
Al principio eran bastante rígidos en su intención de gastar lo menos
posible para asegurarse de que sus ahorros alcanzaran a cubrir todo el
año, e incluso compensaron un costoso viaje inicial comiendo menos.
Mark, que mide 1.83 m, 9 cm más que su esposa, tuvo un momento
particularmente difícil con esa táctica y comenzó a perder rápidamente
peso.
“Decidí ser mucho más indulgente”, dice Britnee sobre su decisión de
olvidarse de sus hojas de cálculo. “Me di cuenta que no era tan
divertido hacer un seguimiento de nuestras finanzas en tiempo real.”
Sobre todo en vacaciones. Eso no quiere decir que derrocharan. A
menudo se quedaron en hostales de menos de 30 dólares por noche, donde
lavaban su ropa a mano y usaban la cocina del hostal para preparar sus
comidas. También visitaron a amigos y familiares (Mark es de Escocia y
tiene familia en Finlandia) cada vez que tenían la oportunidad. La
pareja también cazó opciones de transporte más económicas, que en un
momento los llevaron a abordar un Megabus por 1.50 dólares desde París a
Barcelona. Sin embargo, a veces compran agua embotellada, toman vuelos
en líneas ligeramente más caras (pero más confiables) y, ocasionalmente,
compran recuerdos y postales.
Los Johnston tenían la ventaja de ser flexibles y capaces de planear
el futuro; a veces ajustaron su itinerario basándose en el precio. Por
ejemplo, se quedaron en Noruega, donde la sopa de pescado cuesta 16
dólares, por sólo cuatro días. Sin embargo, acabaron quedándose en la
región de Annapurna de Nepal por un mes, donde gastaron apenas 36
dólares en todo el mes quedándose en casas de té.
Al final todo parecía equilibrarse.
“Cuando visitamos países que son caros, como Noruega, sabíamos que
podríamos compensarlo con los lugares más baratos, como el sudeste de
Asia y Finlandia, donde nos alojamos con la familia de Mark”, dice
Britnee.
Las cifras finales: 26 países, 78 ciudades, un año. El costo final: 48,000 dólares, 8,000 más que su presupuesto original.
Parte del costo añadido se debió a la decisión de ir a Bolivia y
Turquía, que no estaban planeados originalmente. También descubrieron a
la mitad de sus viajes que podían esperar un reembolso de impuestos de
tamaño considerable. Así que entre la restitución del Tío Sam y un poco
de ayuda de su fondo “vuelta casa”, fueron capaces de volver a casa con
cero deuda y algo de dinero de reserva.
Su regreso a casa ha sido un éxito aplastante. Ambos consiguieron
empleo: Britnee fue contratada en la primera semana de regreso a casa,
en mayo, y Mark comenzó a tiempo completo en relaciones públicas a
principios de agosto.
También se mudaron de Orem a Salt Lake City, y optaron por un
departamento más lindo que el que tenían anteriormente, sucumbiendo a su
deseo de tener un lugar cómodo para vivir después de un año en la
carretera.
“Estamos mejor ahora que cuando nos fuimos, en términos de ingresos y de nivel de vida”, dice Mark.
Ahora que los dos tienen trabajos a tiempo completo, comienzan a
poner sus finanzas en orden y a urdir un plan para volver al mismo
régimen de ahorro que tenían antes del viaje. Calculan que si pudieron
ahorrar la mitad de sus ingresos antes, cuando ganaban menos, pueden
hacerlo ahora.
No harán otro gran viaje, al menos en el corto plazo. Para sus
próximas vacaciones imaginan una escapada a la playa en algún momento
durante las fiestas de invierno.
“No tienes que ser millonario para viajar, ésa es una idea falsa que se ha vuelto popular”, dice Britnee.