¿Te gustan las maquetas? Yo recuerdo una tienda en mi ciudad que tenía una en el escaparate: un pueblo entero con sus calles, sus casas, su iglesia, sus señales, su estación de tren
donde había uno que circulaba de verdad a través de un paisaje
montañoso de color verde intenso. Siempre me paraba ante aquel
escaparate y pensaba ¡qué pueblo tan bonito, que pena que no exista en la realidad!. Cuan equivocada estaba.
Estos días en Suiza he visto mil estampas similares.
Pueblecitos preciosistas, dignos de la más bella postal, impecables,
con sus ventanas llenas de flores de colores. Y con las vacas pastando
al lado de la casa. Tesoros de esos que asoman cuando uno se sale de
las autopistas y apuesta por conducir por carreteras secundarias.
Aldeas pintorescas de las que no salen en las guías turísticas porque
son tan insignificantes que no merecen ni una reseña en si misma. Y
porque hay tantas, todas ellas a cual más hermosa, que hacer una lista
sería tarea casi imposible. Pero da igual, todas ellas tienen un aspecto
común; son muy parecidas a la maqueta que a mi tanto me gustaba
contemplar de pequeña.
Todo esto no es mas que una introducción con un único fin: resaltar lo agradable que es conducir por Suiza, especialmente por los alrededores de la zona donde me encuentro. Sí. Escribo esto en directo desde un pueblecito casi insignificante llamado Brienz situado a unos veinte kilómetros de Interlaken mientras contemplo el apacible lago de Brienzersee.
La campana de la iglesia acaba de anunciar que son las siete de la
tarde. Justo la hora de tomarse una cerverza antes de cenar.
¿Y qué hago aquí? Disfrutar de la montaña y de sus muchas posibilidades. Por ejemplo, subir en el Brienz Rothorn Bahn, un tren de vapor de los de antes, y de los de verdad, que sube desde Brienz hasta el Ronthorn que es un pico situado a 2.350 metros de altitud. El paisaje desde allá arriba es increíble.
Esa es una de las cosas buenas de Suiza. Aquí la montaña está a mano de todo el mundo. ¿Qué te gusta caminar? Pues no hay problema, puedes subir a pie, o en bici de montaña, hasta donde quieras a través de cualquiera de las miles de rutas señalizadas en las que se indica siempre el camino a seguir, su grado de dificultad y la duración aproximada con la precisión digna de este país donde no saben qué significa la palabra “improvisar”.
¿Qué no te gusta nada machacarte caminando pero no quieres perderte el paisaje alpino y la sensación de tocar las nubes con las manos? Pues no pasa nada. En esta zona siempre encontrarás algún tren, algún telesilla o algún aparato que te lleve hasta la cima mas alta sin esfuerzo alguno (bueno, miento, esa comodidad tiene un coste económico, pero ese tema lo tengo reservado para un post posterior).
¿Y que te gusta la aventura y el turismo activo?
Pues estás de suerte. Aquí en Suiza puedes alquilar de todo: bicicletas
de montaña, eléctricas, una especie de patines extraños con los que
puedes ir dando saltos montaña a través (lo llaman aero jumping), parapentes… puedes hacer escalada, alpinismo, barranquismo entre cascadas gigantes. En fin, que este es un paraíso tanto para quienes quieran exprimir las posibilidades naturales de los Alpes como para quienes solo quieran contemplar sus bondades sin sudar una gota.
Ah, y también se puede acceder a muchos miradores de altura con el coche. Como por ejemplo el paso de Grimsel, a 2200 metros ¡donde ayer mismo estuvimos jugando a tirarnos bolas de nieve en pleno verano. Y lo que me queda. Este viaje no ha hecho mas que empezar… tengo aún mucho recorrido por delante. Y pienso exprimir Suiza a tope y contar todo lo que me encuentre en este país que cada día me sorprende y me hechiza un poco más.
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