Frankfurt suma en total la friolera de 72 grandes torres desordenadas que no acaban nunca de formar una comunidad homogénea de robots gigantes, sino que más bien van regando la ciudad y alternándose con edificios de oficinas y viviendas. Pero pese a no ser un Manhattan o un Chicago, sí que es el mayor homenaje megalómano al aluminio en la Europa continental. Y son disfrutables, cada vez más con los after work que van poco a poco proliferando en sus pies. Pero lo que se espera de un buen rascacielos son sus vistas, y aquí gobierna la Main Tower, la gran atracción turística por encima de las nubes. O bueno, la única a la que se puede subir, con su gran mirador (ojo, 200 metros de altura) y su fugaz ascensor. Pero también tiene algún que otro secreto.
Y es que el que solo suba, fotografíe y baje se perderá su sorprendente colección de arte que inunda el hall, empezando por el gran mosaico mural en el que aparecen los hijos más reconocidos de la ciudad (busquen a Ana Frank) y que sirve de entrada a los ascensores de las oficinas. Otras obras sorprendentes son la videoinstalación de Bill Viola llamada El mundo de las apariencias y guiños y retales de otros artistas como David Hockney o Richard Hamilton. La forma más accesible y legal de conocer toda esta colección es con las visitas guiadas que realizan los días laborables después del trabajo .
2. A LA ÓPERA Y AL BRUNCH
El majestuoso edificio de la ópera es de los pocos monumentos que fueron completamente reconstruidos tras los bombardeos. Lo que en su día fue la gloria de la ciudad, hoy mira agazapado con un poco de recelo el resto de las modernidades que lo circunvalan. Mientras que su sala sigue albergando grandes conciertos y óperas, el restaurante –mítico espacio para cerrar contratos y pedir la mano de Frau Feigenbaum- se ha rejuvenecido un poco gracias al Brunch del Café Rosso. O lo que es lo mismo, ha bajado sus precios, abierto su terraza y se ha visto adueñado por hipsters con Mac. Resultón.
La ópera de Frankfurt
Quien busque el típico centro de casitas entramadas, niños vestidos como en los cuentos de los hermanos Grimm y balcones floridos que se busque otra ciudad. Frankfurt no le ha dado muchas oportunidades a su pasado, tan solo tres paredes de la plaza Römer aportan el medievalismo reclamado por los guiris. Pero este abandono y olvido se ha visto rellenado con arte, artistas y sorpresas. Y es que la galería Schirn se alza como el espacio para exposiciones más impresionante de la ciudad. El contraste de sus paredes con las torres de la catedral y las vigas medievales son una metáfora perfecta de esta ciudad. Pero también ejerce de epicentro del arte con un espíritu del que se contagia el magnífico café del FKV, un oasis en pleno meollo donde te puedes encontrar una obra de arte al ir al baño.
Schirn, el espacio para exposiciones más impresionante de la ciudad
El hecho de que Frankfurt y su aeropuerto disten a apenas 15 minutos en tren hace que numerosos viajeros intercontinentales pasen sus horas en tránsito comprando por la ciudad. Aquí aparece la calle Zeil como una arteria loca donde el índice de bolsa de plástico por metro cuadrado es altísimo.
Y gobernando el bulevar aparece el espectacular MyZeil, el centro comercial por excelencia que se ha ganado un hueco en la visita a la ciudad por su divertida arquitectura. Aquí, el diseñador italiano Massimiliano Fuksas logró crear un nuevo icono gracias al agujero negro que simula con su cristalera exterior. Pasearlo se convierte en una gozada sin necesidad de comprar ya que incluye un extra: subir los 46 metros que tiene la escalera mecánica situada en un centro comercial más larga de Europa.
MyZeil: donde el índice de bolsa de plástico por metro cuadrado es altísimo
El ocio en esta ciudad no es siempre un derroche de minimalismo y sofisticación. La prueba está en el Kleinmarkthalle, un encantador mercado que lleva 60 años reivindicando los buenos productos y las maneras más naturales. Entre todos los puestos sorprenden las colas que se montan en la ventana de Schreiber, donde poca gente deja pasar la tentación de probar sus famosas salchichas con mostaza. La otra gran atracción son las ostras del Franco’s Austernbar, donde sus pequeños bancos y mesas ofrecen los mejores mariscos de la ciudad acompañado del champagne más caro. Y es que aquí se viene a comer.
6. LA TERRAZA DE LA GALERÍA KAUFHOF
El último piso de estos grandes almacenes es el lugar perfecto para ver cómo cae el sol tras los rascacielos y lo inunda todo de naranja. Una atracción natural que se acompaña de un self-service que democratiza, avitualla y abarata una de las mejores vistas de la ciudad.
La galería Kaufhof una de las mejores vistas de la ciudad
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