Viajar versus la universidad: el eterno debate sigue sin un ganador definido. Enfrentada con alzas en los aranceles y un mercado laboral muy poco gratificante, muchos aspirantes a universitarios están desechando sus libros y sus apuntes, por guías y mochilas de viaje. Pero, ¿es acaso poner tu futuro en pausa por un año de viaje?
A pesar de que las dos opciones tienen sus pros, existen algunas cosas que simplemente no aprenderás de anotaciones en una atestada clase. ¿Peleas con la decisión entre viajar y la universidad? Ten en mente estas seis lecciones que te entrega el viaje y que nunca te dará la universidad:
1. Eres capaz de mucho más de lo que imaginabas.
Nadie lo puede negar. Viajar nos informa. Y no estoy hablando de los clichés como “viajar por Europa cambió mi vida”, más bien de la habilidad que el viaje tiene para producir un impacto tangible y duradero en tu vida.
Viajar puede convertir introvertidos en extrovertidos, dar confianza, y crear adictos a la adrenalina. Empuja tus límites tanto físicos como mentales, haciendo que te adaptes más rápido a situaciones desconocidas e incómodas.
¿Quieres ver de qué estás hecho? Viaja.
2. La gente es intrínsecamente buena.
I
ndependiente si vives en Nueva York, Dubai o Karachi, los seres humanos están impulsados por los mismos deseos. Nos importan nuestra familia y amigos. Buscamos proteger a quienes queremos. Luchamos por mejorar nuestras vidas día a día. Y más importante aún, buscamos a los demás.
Al no experimentar el mundo por nuestros propios medios, tendemos a perder eso de vista y nos guiamos por estereotipos baratos que influyen nuestro pensamiento. Viajar nos recuerda que estamos más unidos por las similitudes que separados por nuestras diferencias.
El bien es más fuerte – y prevalece más- que el mal. Sal y compruébalo tu mismo.
3. Eres sólo un grano de arena en el desierto.
Todas nuestras vidas nos dicen que somos especiales. Empezando por casa, continuando en los años escolares, e incluso en la universidad. Padres, profesores, amigos, y colegas todo lo que hacen es recordarnos lo importante que somos.
Puede ser doloroso al comienzo, pero viajar te sacará de ti mismo. Viajar te hace más humilde; hace que te des cuenta de lo realmente pequeño que eres en este enorme mundo.
Eres una ínfima parte de un infinito universo. Acéptalo: verás que no es tan malo.
4. Los estereotipos son ridículos.
Hollywood puede nublar inmensamente tu juicio. Si creyéramos todo lo que se nos muestra en las películas, pensaríamos que los rusos son villanos, que todos los estudiantes estadounidenses son alcohólicos, y que todos los australianos pasan su tiempo cazando cocodrilos y surfeando.
Afortunadamente, viajar despeja tu mente de (la mayoría) de esa basura. Viaja un poco y descubrirás que no todos los alemanes son serios, no todos los canadienses son excesivamente educados, y que no todos las mujeres suecas son supermodelos.
Bueno, quizás la última sea verdad.
5. El mundo no es un lugar peligroso.
Mira las noticias un momento: Reportajes de guerras civiles, conflictos armados o ataques terroristas nunca están tan lejos. Es indudable que anunciar planes de viaje a lugares como Turquía, Israel o Indonesia puede producir ataques de pánico en los seres queridos. (Lo digo por experiencia propia.)
Las noticias negativas venden, y sin salir de tu patio, es fácil asumir que el caos reina apenas pones un pie en el borde de tu país. Nunca escuchamos esas noticias locales, bonitas y cálidas del mundo, pero están ahí. Solo necesitas encontrarlas.
6. Una persona puede hacer la diferencia.
Grandes gestos obtienen toda la atención. Con filántropos dando millones y millones a caridad, es difícil ver como una persona normal puede hacer un cambio positivo
.
Viajar te muestra el otro lado de la moneda: cómo pequeños gestos pueden crear algo realmente significativo. Verás que no necesitas salvar a un pueblo completo o resolver todos los problemas del mundo para marcar vidas. Sé la diferencia una persona a la vez. Incluso lo pequeño puede llegar a ser enorme.
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