martes, 5 de agosto de 2014

La maldición del viajero

¿Has escuchado hablar de la maldición del viajero? Un anciano vagabundo me contó de ella a cambio de una cerveza en el Aeropuerto Central, es algo más o menos así: Entre más lugares conozcas, cuantas más cosas veas y te provoquen interés, menos encontrarás un lugar que lo tenga todo.

viajero



De hecho, cada lugar tiene un porcentaje cada vez más pequeño que aquellas cosas que amas, a medida que más lugares y cosas conozcas. Esto te conduce, incluso de forma inconsciente, a seguir buscando, no por un lugar que sea perfecto (todos sabemos que no hay un paraíso terrenal), sino por un lugar que sea “el correcto para ti”. Pero la maldición es que las posibilidades de encontrar “el lugar indicado” se hacen más pequeñas, y no más grandes, cuanto más se experimenta. Así que mientras más sigas buscando, peores serán los resultados que obtendrás. Esta es la parte A de la maldición.


La parte B tiene que ver con las relaciones. Cuando más viajes, mayor será el número y más profunda la variedad de relaciones que establezcas. Pero entre más personas conozcas, más difuso será tu tiempo con cada una de estas. Dado que todas estas personas no pueden viajar contigo, se hace cada vez más difícil cultivar relaciones duraderas a medida que más viajas. Sin embargo, te mantienes viajando, conociendo a personas increíbles, algo que te hace sentir pleno, pero eventualmente, te olvidas de todos ellos, y muchos se olvidan de quién eres. Entonces intentas compensarlo quedándote en algún lugar durante un largo tiempo, echando raíces y cultivando relaciones fuertes, pero toda esa gente nunca sabrá lo que tú sabes, nunca verá lo que tú has visto, y siempre sentirás un poco de soledad, y siempre querrás contar tus historias un poco más de lo que ellos quieren escuchar. La razón de esto es la maldición que se hace peor a medida que más se viaja, aunque viajar parece ser una cura temporal.

Nada de esto sugiere que uno debería dejar de viajar. Es una advertencia para los viajeros jóvenes, a esperar, como parte del precio a pagar por una vida rica teñida con un poco de tristeza y soledad, y la angustia que es como la nostalgia que cada uno siente por las partes especiales de su pasado, excepto que multiplicada por mil.

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